Por: Luis Fernando Torres
Los órganos legislativos al servicio de las causas de la Función Ejecutiva solamente existen en los regímenes parlamentarios, como los de Inglaterra, España, Alemania, Italia y Canadá, donde es inconcebible que alguien gobierne con una mayoría distinta de la que existe en el Parlamento. El Primer Ministro conservador inglés, Boris Johnson, dirige el Gabinete Ministerial por que los conservadores son mayoría en el Parlamento. El socialista Pedro Sánchez es el Presidente del Gobierno Español porque su coalición con los comunistas e independentistas controla las Cortes, es decir, el Parlamento.
En Estados Unidos ocurre todo lo contrario, por tratarse de un régimen presidencialista. El Presidente Biden, del Partido Demócrata, gobierna ese país, independientemente de que los demócratas tengan o no mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado. Cuando la oposición legislativa estadounidense, sobre todo, en la Cámara de Representantes, bloquea los presupuestos enviados por los presidentes, el gobierno, simplemente, se cierra. Ocurrió durante un año en el mandato republicano de Trump, en el que se cerraron las oficinas gubernamentales por dos semanas, cuando los demócratas no le aprobaron el Presupuesto. A nadie se le ocurrió que ello podía constituir el final de la institucionalidad estadounidense.
En Ecuador existe un régimen presidencial parecido al de Estados Unidos y completamente distinto del que existe en Inglaterra o en España. Por ello, no es una condición necesaria y suficiente para el ejercicio presidencial que el Presidente tenga mayoría en la Asamblea. Debe gobernar, con o sin mayoría legislativa, sin pretextos.
Si se quisiera asegurar, en el Ecuador, que los presidentes siempre tengan mayoría en las asambleas, habría que cambiar la Constitución para sustituir el presidencialismo por el parlamentarismo. Hasta que esto ocurra, los gobernantes deberían dejar de recurrir a los pretextos de las pugnas de poderes y bloqueos en su afán de justificar su frustración por no cristalizar proyectos.
Se suele decir que más credulidad requiere el demócrata que el creyente, pues, la fe religiosa consiste en creer en lo que no se ve y no se sabe si existe, como la Santísima Trinidad, mientras que la fe democrática se basa en creer aquello que se sabe que no existe, como la colaboración de los poderes legislativo y ejecutivo en regímenes presidencialistas.
Los ecuatorianos no debemos esperar de la Asamblea y del Presidente lo que no está en la naturaleza del régimen presidencialista.
@lftorrest