Por: Luis Fernando Torres
La soberbia del poder condujo a la protesta indígena hacia un túnel con una lejana salida. El lunes se subestimó la dimensión de la movilización. No faltaron funcionarios que afirmaron que Iza carecía de liderazgo por los pocos indígenas que, ese día, estuvieron en las carreteras. El martes le apresaron al máximo dirigente de la Conaie bajo una dudosa figura de flagrancia. Y el miércoles y el jueves la protesta se encendió y el país comenzó a incendiarse con grandes movilizaciones indígenas y reclamos de otros sectores sociales.
Si no hubieran sido tan soberbios, lo más probable es que hoy la movilización estaría desinflándose con acuerdos razonables.
El Gobierno, colocado contra la pared de las circunstancias, deberá pronunciarse sobre los pedidos de la Conaie, aceptando algunos de ellos, con variaciones y matices, para que la movilización salga del túnel. Los estrategas gubernamentales leyeron equivocadamente la coyuntura y las líneas maestras de la movilización.
Fueron infantiles los desaciertos políticos del Gobierno. No pudo haber estado más contento el dirigente Iza cuando fue detenido. Sabía que el Gobierno le estaba convirtiendo en mártir. Al final salió libre, con un llamado a juicio muy débil en lo jurídico.
Las protestas indígenas responden a una estrategia de gradualidad. Comienzan despacio, con pocos indígenas, y, luego, crecen hasta resultar incontenibles con medios institucionales. El lunes se confiaron en el Gobierno, a tal punto que difundieron videos con amenazas desde Carondelet. Grave error de novatos o despistados.
La solución final al paro no está lejos. El Gobierno, debilitado por sus errores y su soberbia, deberá ceder y aceptar algunos pedidos, mientras la dirigencia indígena exhibe una victoria, a la salida del túnel.