¡Jesús llegó¡ Misa Dominical

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¡Si pudiéramos imaginar realmente cómo era la situación de la humanidad antes de la venida de Cristo!  ¡Si pudiéramos penetrar realmente lo que sentía la gente que esperaba al Mesías prometido!  Es tan fácil -ahora que ya Cristo vino- tomar su venida como un derecho adquirido, y hasta darnos el lujo de rechazar o de no importarnos lo que Dios ha hecho para con nosotros: todo un Dios se rebaja desde su condición divina para hacerse uno como nosotros.  ¿Nos damos cuenta realmente de este misterio que, además de misterio, es el regalo más grande que se nos haya podido?

¿Cómo podemos acostumbrarnos a esta idea tan excepcional?  ¿Cómo podemos no conmovernos cada Navidad ante este misterio insólito?  ¿Cómo podemos no agradecer a Dios cada 25 de diciembre por este grandísimo regalo que nos ha dado?

Por eso, como reza el Prefacio de Navidad III: “resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva; pues al revestirse el Hijo de nuestra frágil condición, no sólo confiere dignidad eterna a la naturaleza humana, sino que por esta unión admirable nos hace a nosotros eternos”.

Por eso aclamemos llenos de alegría, junto con los coros angélicos del día de Navidad: ¡“Gloria a Dios en el Cielo”!

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