La fiesta popular de “Año Nuevo” condiciona la celebración cristiana de este día primero del año civil. Este año cae en domingo, el día del Señor, el día que los cristianos nos reunimos para celebrar comunitariamente la Eucaristía.
La proclamación de las lecturas en esta celebración, iluminan la realidad cronológica que estamos viviendo popularmente. Se nos bendice como pueblo en el inicio del año para que el “Señor tenga piedad de nosotros…” a lo largo del año que comienza civilmente.
Nos envía a su Hijo, “nacido de mujer y bajo la Ley”, indicando que es un ser humano como nosotros y que pertenece al Pueblo escogido. Nace de María, la Madre de Dios. Ella y su esposo José, cumplen con el mandato de presentarlo al Señor en el templo. También cumplen con lo que les indicó el Ángel: “le podrás por nombre Jesús”
Jesús, significa “Dios salva”, porque esa es la misión que el Padre le ha encomendado. La manifestación más visible de la salvación, es la Paz. Por este motivo se nos invita en este día a que los cristianos seamos constructores de Paz.
Sin embargo, todas estas realidades quedan iluminadas por la fiesta mariana más antigua en el calendario litúrgico, Santa María, Madre de Dios.
La que “guardaba todo en su corazón”.