No suelen resultarnos muy atractivos pasajes evangélicos como el de hoy. Es frecuente que nos sintamos incómodos con las prohibiciones, las órdenes, las obligaciones… incluso aunque puedan ser razonables y recomendables o necesarias.
Este tiempo de pandemia nos ha mostrado muchas veces a quienes se saltaban las instrucciones de las autoridades (sanitarias o civiles) como una limitación a su santa libertad. Incluso aunque pusieran en riesgo, no ya su bienestar, sino el de otros.
Dios presentó a Israel los Diez Mandamientos como garantía y como camino para que pudieran conservar la libertad tan duramente conquistada en su peregrinación por el desierto, y como claves necesarias para evitar conflictos, divisiones y problemas que rompieran con la unidad y entendimiento como pueblo suyo.
Sin embargo, aquellas leyes de la Alianza del Sinaí eran muy generales y progresivamente se fueron añadiendo otras que las concretaran y aclarasen en distintas circunstancias: no era lo mismo el tiempo del desierto, que los tiempos prósperos del rey David, o los destierros que padecieron. Y se fueron colando excepciones, precisiones y prioridades que no siempre tuvieron en cuenta la voluntad de Dios, en asuntos como el “no matarás”, o el adulterio y el divorcio, o usar el nombre Dios en juramentos… etc.
La Ley revelada a Moisés en el Sinaí no era, sin embargo, la palabra definitiva de Dios. Se la consideraba eterna e irrevocable, era un dogma rabínico, pero en algunos de sus textos hablan de la futura «Ley del Mesías», que sería como una profunda y definitiva interpretación de la Ley de Moisés.
Estos son los caminos del Nuevo Mundo del Reino que propone Jesús. Es exigente, claro que sí, pero hace falta exigencia (y libertad y decisión para asumirlo) de modo que este mundo sea de otra forma, tal como Dios lo ha querido, y tal como nos haría bien a todos.
En vez de pensar que los preceptos del Señor son imposibles o demasiado difíciles, debemos orar como lo hicimos en el Salmo: “Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame, Señor, a cumplir tu Voluntad y a guardarla de todo corazón”. Amén.