EL desierto puede ser ese lugar en el que a veces nos pone la vida. Cualquiera de nosotros podría describir momentos vitales en que se ha encontrado con el corazón hecho un desierto, donde parece que nada vivo puede surgir, donde se han resecado los mejores sentimientos, donde el sol de la vida lo ha dejado todo bastante seco y agrietado.
Son momentos de desierto esas ocasiones en que hay que tomar grandes decisiones sobre la propia vida, y donde, a la hora de la verdad, siempre estamos solos, porque nadie puede ni debe tomar las decisiones en nuestro lugar, y el riesgo, en definitiva, lo asumo yo.
Es también un desierto el estado de ánimo que nos queda cuando alguien muy querido para nosotros deja de estar a nuestro lado, porque la vida lo lleva a otro lado, porque hubo un malentendido, o porque su vida se apagó para siempre.
Y es tiempo de desierto cuando nos sentimos tremendamente solos al asumir alguna responsabilidad, algunas decisiones, algunas opciones, que otros no comparten, o ni siquiera entienden, o que desconocen.
En tiempo de desierto (Cuaresma) debemos estar atentos a estas tentaciones, revestidas quizá con otros ropajes, pero siempre las mismas, para plantarles cara y vencerlas.
La Cuaresma es el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y con los demás; para abrirnos en el silencio a la oración y a salir del baluarte de nuestro yo cerrado; para romper las cadenas del individualismo y del aislamiento y redescubrir, a través del encuentro y la escucha, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volver a aprender a amarlo como hermano.
El Papa nos ha subrayado en su mensaje que el camino cuaresmal tiene como meta una transfiguración personal y eclesial. Y que a Jesús hemos de seguirlo juntos, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje.
No me alargo más. Al comienzo de esta Cuaresma: si te pilla en medio de algún desierto… este Evangelio es una oportuna ayuda para discernir lo que Dios quiere de ti, y cuáles son las tentaciones que te acechan. Si no estás ahora en momento de desierto… es la ocasión mejor para hacer unos ejercicios espirituales de 40 días… revisando tu vida para poder responder más y mejor a la misión que Dios ha querido encomendarte, aunque tengas que hacerlos en medio de tu vida cotidiana.