Por: Álvaro E. Sánchez Solís
Vivimos en un país asediado por la delincuencia, la falta de atención a los servicios públicos, un gobernante mitómano y constantes enfrentamientos en el ámbito social y político. Tenemos un gobierno vinculado a un escándalo con la mafia albanesa, jueces que deciden fuera de la ley, políticos que no conocen la realidad ciudadana y, en definitiva, ciudadanos pasivos que no deciden luchar ante la dolorosa realidad. Poco nos falta para que nuestro país sucumba ante la desolación y los conflictos internos que lo aquejan. Vivimos en un país enfermo.
Aparecen mesías, cuyas soluciones mágicas se resumen en imponer ideas que, propio del sesgo de los políticos autoritarios, únicamente favorecen al grupo en el que se desenvuelven, pero no se traducen en un beneficio real para las personas de todos los estratos.
He aquí la necesidad de moralizar un país, pero… ¿qué es moralizar? Según la Real Academia Española, moralizar es “reformar las malas costumbres enseñando las buenas”. Será motivo de polémica determinar qué tipo de moral se necesita enseñar, ya que la moral es un término flexible. La moral puede relacionarse con la religión, con el estilo de vida individual, con lo que cada ideología política considera correcto o no, entre otros. Esa será la primera tarea como país: definir lo bueno en un modelo de Estado ideal en el que todos los ciudadanos estemos de acuerdo.
Para esta tarea se requiere introducir, en el ámbito educativo, una metodología que permita transmitir valores y explote las capacidades de los niños en pro del modelo de Estado ideal. No es suficiente cambiar las mallas curriculares, ya que de nada servirá si el sistema educativo le sigue obligando, al niño, a hacer trampa para pasar sus materias.
Durante la tarea de moralizar a la niñez y juventud del Ecuador, se requiere adecentar la política. Nuestro país ha sido calificado con los más bajos epítetos en cuanto a su clase política. No es para menos, tenemos un expresidente condenando por corrupción, otro al que se le está investigando por un escándalo de coimas y, el actual presidente, está involucrado en un escándalo con mafias. Una vez que se ha moralizado a la juventud y a la ciudadanía, la política tendrá una depuración automática, ya que el elector, educado y consciente, evitará votar por populistas, corruptos y sátrapas.
Estos son, únicamente, los primeros pasos. El país requiere una cruzada cívica que permita sanarlo y levantarlo. Zygmunt Bauman decía que hoy, más que nunca, nos sentimos libres porque tenemos las intenciones de cambiarlo todo, pero, también sentimos impotencia porque nada podemos cambiar. Decía, además, que “somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia”. No dejemos que la impotencia nos limite.
@alvarossolis