Cada Domingo posterior al Domingo de la Resurrección del Señor conmemoramos la Fiesta de la Divina Misericordia. Es una Fiesta instituida por el Papa Juan Pablo II. No la inventó el Papa, sino que fue solicitada por el mismo Jesucristo a través de Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca del siglo XX, quien murió en 1938 a los 33 años.
Sor Faustina fue canonizada por el Papa Juan Pablo II, precisamente en la Fiesta de la Divina Misericordia del año 2000. Nos dijo el Papa que esta paisana suya, Sor Faustina, recibió gracias místicas especialísimas a través de la oración contemplativa, para comunicar al mundo el conmovedor misterio de la Divina Misericordia del Señor. “Dios habló a nosotros a través de Sor Faustina Kowalska… invitándonos al abandono total en Él”, nos dijo el Papa.
Es importante saber que con el arrepentimiento y la Confesión Sacramental, todos los pecados confesados quedan perdonados. Pero nos queda pendiente la purificación que requieren esos pecados, purificación que puede tener lugar durante nuestra vida en la tierra y/o en el Purgatorio.
Lo crucial de esta Fiesta de la Misericordia es que Jesús prometió a través de Santa Faustina Kowalska que el día de su Divina Misericordia perdonaría a cada persona que haga lo que Él pidió la culpa de los pecados, pero también toda la pena de purificación (de Purgatorio) causada por nuestros pecados. Esto es tan grande que quedamos, entonces, ¡¡¡como acabados de bautizar!!!
La Fiesta de la Divina Misericordia nos invita, entonces, a creer sin ver, a confiar sin medida y a amar con la Misericordia del Señor. Aprovechemos las gracias que en esta Fiesta especialísima nos quiere dar Jesucristo. Acojámonos a Su Divina Misericordia, recibiendo su perdón y sus gracias, y aprendamos con esta Devoción a imitarlo a Él, siendo nosotros mismos misericordiosos.