“Puerta y Pastor, Pastores y Ovejas” Misa Dominical

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Las lecturas del día de hoy nos hablan de Jesús, el Buen Pastor, y de nosotros, sus ovejas.

Si nos fijamos bien, son muchas las veces que, en la Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, se nos compara a nosotros los seres humanos con las ovejas.  Y, ciertamente, la oveja era un animal que abundaba en toda la zona habitada por el pueblo hebreo.  De hecho, muchos de los hebreos eran pastores.  Pero hemos de suponer que también habría otros animales domésticos con los cuales compararnos, como -por ejemplo- el perro o el gato, o algunos animales de carga, como el burro o el camello; también habría aves de muchas clases.

Entonces cabe preguntarnos: ¿por qué se insiste tanto en compararnos con la oveja?  Se ve esto mucho en los Salmos y en el Evangelio Jesucristo lo hace con comparaciones realmente conmovedoras.

Resulta interesante, entonces, adentrarse en ciertos detalles sobre este dulce animal, para ver cuánto nos quiere decir el Señor al compararnos una y otra vez con las ovejas y al definirse Él como el “Buen Pastor”.

La oveja es un animal frágil.  Se ve ¡tan gordita!, pero al esquilarla, es decir, al quitarle la lana, queda delgadita y se le nota entonces toda su fragilidad.

Es, además, un animal dependiente, no se vale por sí sola: depende totalmente de su pastor.  Por cierto, no de cualquier pastor, sino de “su” pastor.  Es tan incapaz, que con sus tiesas y débiles patitas, no puede siquiera treparse al pastor y necesita que éste la suba. 

Si se queda ensartada en una cerca o en una zarza, no puede salirse por sí sola: necesita que el pastor la rescate. Otro detalle importante es que la oveja anda en rebaño, no puede andar sola. Si llegara a quedarse sola, no es capaz de defenderse: es fácil presa del lobo o de otros animales feroces.

Su dependencia del pastor la hace ser muy obediente y atenta a la voz y a la dirección de “su” pastor.  No obedece la voz de cualquier pastor, sino que atiende sólo a la del suyo. El pastor lleva a veces a pastar a sus ovejas guiándolas con una vara alta, llamada cayado, y a veces las reúne en un espacio cercado, llamado redil o aprisco.

Entonces… ¿qué nos quiere decir el Señor al compararnos con las ovejas? … Y ¿qué nos quiere decir al definirse El como el “Buen Pastor”?   El Señor nos dice que Él es el mejor de los pastores, pues Él da la vida -como de hecho la dio- por sus ovejas.  Y sus ovejas lo conocen y escuchan su voz.  Nos dice también que Él conoce a cada una de sus ovejas por su nombre, y las ovejas reconocen su voz (cfr. Jn 10, 1-10).

Nosotros somos -de acuerdo a lo que nos dice la Palabra de Dios- ovejas del Señor.  Quiere decir que somos también frágiles, aunque la mayoría de las veces nos creemos muy fuertes y capaces.  Somos, por lo tanto, dependientes del Señor y, tal como las ovejas, tampoco nos valemos por nosotros mismos.

Tenemos, entonces, que reconocernos dependientes -totalmente dependientes de Dios- como son las ovejas de su pastor.  Así, como ellas, podemos ser totalmente obedientes a la Voz y a la Voluntad de nuestro Pastor, Jesucristo, el Buen Pastor.

Por todo esto, hemos repetido en el Salmo y podemos repetirlo a lo largo del día como una oración muy útil a nuestra vida espiritual la primera frase de este Salmo: “El Señor es mi Pastor, nada me falta”

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