Por: Martín Sevilla Holguín
El autor americano Howard Phillips Lovecraft tuvo una vida atormentada por traumas, cuestionamientos y experiencias oscuras que más tarde lo inspirarían en la creación de sus obras. Su madre y padre fueron víctimas de graves episodios psicóticos, por los que fueron internados y cuyas complicaciones eventualmente causaron que murieran de forma prematura. Huérfano y desolado, Lovecraft sufrió de terribles pesadillas durante su niñez y juventud. El único refugio que tenía era la literatura, especialmente el género del terror y misterio de autores como Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle. Lovecraft decidió empezar a escribir sus propios relatos, pero sentía que los horrores de la Primera Guerra Mundial y los avances científicos de la época habían desensibilizado a la gente, por lo que, si deseaba ser efectivo, tendría que explorar nuevas formas de despertar temor en sus lectores.
Es así como nace el horror cósmico, partiendo de la idea de que la humanidad es diminuta e insignificante en un universo infinito y desconocido. En sus obras, Lovecraft explora la existencia de seres tan grandes, antiguos y complejos, que la mente humana no tiene ni siquiera la capacidad de comprender. Estos ancestrales dioses cósmicos flotan por el espacio o duermen bajo nuestros océanos sin maldad ni propósito, simplemente son indiferentes a nuestra existencia. Sus verdaderas formas y colores son indescriptibles por el lenguaje humano, por lo que el verdadero terror en la obra de Lovecraft se encuentra siempre implícito entre las líneas.
En los relatos de H.P. Lovecraft no hay héroes ni finales felices, sus personajes siempre caen víctimas de su propia ambición por un conocimiento que jamás tuvieron que haber buscado. Lo peor de todo es que no hay vuelta atrás, pues una vez que aprenden sobre la existencia de estos seres, sus mentes no pueden soportarlo y terminan volviéndose locos o quitándose sus propias vidas. Como lectores, lo único que nos salva del mismo destino de los protagonistas es la insuficiencia del lenguaje escrito para describir a seres tan abstractos y aterradores. Aun así, es difícil terminar sus relatos sin sentir un vacío en el estómago, conscientes de que tal vez, justo afuera de los límites actuales de nuestro conocimiento, esperen horrores escondidos que no estamos listos para entender.