La Ascensión del Señor es una fiesta de grandísima esperanza para los que creemos en Jesucristo y seguimos su Palabra, porque sabemos que primero se fue Él al Cielo, pero la celebración de este misterio nos da la seguridad de que también nosotros podemos seguirle allí.
Sabemos que el derecho al Cielo ya nos ha sido adquirido por Jesucristo y que Él nos ha preparado un lugar a cada uno de nosotros. No lo dejemos vacío.
La Ascensión de Jesucristo al Cielo glorioso en cuerpo y alma nos despierta el anhelo de Cielo, nos reaviva la esperanza de nuestra futura inmortalidad, también gloriosos en cuerpo y alma, como Él, para disfrutar con Él y en Él de una felicidad completa, perfecta y para siempre. ¡Esta es la esperanza a la cual hemos sido llamados! ¡Esta es la herencia que nos ha sido ofrecida!
Si somos del Señor, “si somos suyos” -como nos dice San Pablo en la Segunda Lectura, es decir:
- Si cumplimos la Voluntad de Dios en esta vida,
- Si seguimos sus designios para con nosotros,
- Si nuestro corazón está en las cosas de Dios,
- Si nuestra mirada está fija en el Cielo…
la fuerza poderosa de Dios que resucitó a Cristo de entre los muertos y lo hizo ascender a los Cielos para sentarse a la derecha del Padre, nos resucitará también a nosotros y nos hará reinar con Él en su gloria por siempre. Amén.