Por: Martín Sevilla Holguín
El pasado 2 de mayo inició oficialmente la huelga del WGA (sindicato americano de escritores), en la que más de 20,000 escritores de televisión y cine dejaron de trabajar para protestar en contra de los grandes estudios en la industria del entretenimiento. El conflicto inició cuando las negociaciones sobre un nuevo contrato resultaron infructuosas, por lo que además de iniciar la paralización, el WGA decidió revelar públicamente sus peticiones y las respectivas respuestas que habían recibido de los directivos de Hollywood. La lista de peticiones contiene muchas cuestiones sobre salarios, residuos y mejores condiciones de trabajo, pero hubo un punto que me llamó particularmente la atención: “Regular y limitar el uso de IAs (inteligencias artificiales) en la escritura y no permitir su uso como material de origen ni entrenarlo usando nuestro trabajo preexistente”. En respuesta, los directivos rechazan la petición y en su lugar propusieron organizar reuniones anuales para “discutir avances de la tecnología”.
Aunque ambigua, esta respuesta revela mucho más sobre el verdadero riesgo que presentan estas nuevas tecnologías para los intereses y demandas de los escritores. Aunque hoy en día las IA raramente pueden producir contenido creativo original y de nivel profesional, su precipitado avance en los últimos meses indica que solamente es cuestión de tiempo para que alcancen este nivel. La promesa de la IA como una herramienta para cortar costos, generar guiones de forma más eficiente y depender de menos empleados parece atraer mucho a los directivos de Hollywood. Por su parte, el WGA ha manifestado sus preocupaciones sobre el futuro de la profesión y la integridad artística del escritor.
Lo que resulta realmente polémico y me intriga sobre el asunto, es la idea de que los estudios están realmente dispuestos a sacrificar aquello que convierte la escritura en una expresión artística, el componente humano. Solo con el tiempo comprobaremos si la tecnología podrá realmente generar obras auténticas y de calidad, o si tal vez el verdadero impacto del arte se encuentre en la forma en que logra reflejar las experiencias y emociones inherentemente humanas de su creador. Sin duda este es el inicio de muchos debates por venir sobre la vertiginosa integración de la inteligencia artificial en todo tipo de tareas y trabajos. Resulta inquietante pensar que tal vez en un futuro no tan lejano, llegue a existir arte que nos conmueva profundamente y con el que nos sintamos identificados, aun cuando el artista no haya sido una persona real.