Élites intelectuales

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Por: Álvaro E. Sánchez Solís

A una persona L.T., propietaria de una tienda de verduras en un barrio de Ambato, se le pregunta sobre la coyuntura política actual: ¿qué opina sobre la jugada de la RC5 en su anuncio de candidaturas? ¿Estuvo al tanto del debate entre corrientes feministas sobre la candidata Luisa González? ¿Ha escuchado los podcasts o Twitter Spaces donde «líderes de la opinión pública» conversan sobre las nuevas tendencias ideológicas en relación a las elecciones en Ecuador? L.T. manifiesta que no conoce en absoluto lo que se le está preguntando y que sus mayores problemas son: proteger su local de ladrones que, en la noche previa a ese día, intentaron robar su local; alimentar a sus hijos, ya que es madre soltera; y comprar las medicinas para su octogenaria madre.

Como la historia de L.T., hay demasiadas en el Ecuador. La mayoría de los ecuatorianos están preocupados por sus problemas personales, familiares y de su barrio, como para estar escuchando lo que dicen las élites intelectuales en Twitter Spaces (si es que tienen Twitter, ya que alrededor del 22% del país tiene una cuenta en esta red social). Aquí se hace presente uno de los problemas que algunos opinólogos políticos no toman en cuenta: al pueblo no le importa lo que las élites intelectuales digan o hagan, porque quieren soluciones directas a problemas concretos.

La política debe acercarse al pueblo y reducir la influencia de las élites intelectuales, porque, si bien hay criterios interesantes y profundos, ignorar la voz del pueblo ha provocado una pérdida generalizada de credibilidad en la política. Los grandes políticos de la historia nacional e internacional han triunfado porque se han acercado al pueblo, han roto la hegemonía de las élites y han atendido las quejas de la vecina del barrio, que son los reclamos de mucha gente en el país. Es esencial acotar que las estrategias de redes sociales sí son importantes en una campaña política, eso es innegable, pero, al no entender las necesidades populares, se corre el riesgo de difundir mensajes vacíos o sin influencia alguna.

Para finalizar, debe repetirse como un mantra la siguiente máxima: Twitter no es el pueblo.  Es fundamental que los políticos busquen un equilibrio en los mensajes que transmiten a la gente, porque las burbujas intelectuales de las redes sociales nos alejan de la voz del pueblo.

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