Borges y la identidad literaria

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Por: Martin Sevilla Holguín

Hay, en mi opinión, un momento clave en el que convergen la mayoría de los lectores jóvenes que buscan adentrarse en el mundo de la literatura: enfrentarse a los clásicos. Shakespeare, Cervantes, Dostoyevski, Borges e incontables autores más, cuyos nombres nos suenan más familiares conforme acumulamos nuevas experiencias literarias. Estas presuntas “lecturas obligatorias” pertenecen al panteón de obras y autores cuya influencia es indudable en todos los aspectos del arte y cultura actuales. Además de su legado, a muchas de estas obras les precede una reputación de ser “pesadas” o “difíciles”, por lo que leerlas puede convertirse en un intimidante reto que incluso podría llegar a alejarnos del medio. Esta fue una etapa por la que pasé hace no mucho tiempo e irónicamente, fue uno de estos mismos autores indispensables, quien finalmente me ayudó a ver las cosas de forma diferente. 

El escritor argentino Jorge Luis Borges es uno de los mayores exponentes de la literatura universal, que explora en sus obras complejos temas trascendentales como la identidad, los sueños, el infinito y la existencia. Borges es sin duda uno de los retos más grandes que enfrenté cuando empecé a leer, tanto por su lenguaje, sus experimentos estructurales y el sinfín de referencias imprescindibles para comprender sus relatos. A pesar de todo esto, Borges es partidario de la idea de que la felicidad verdadera, tanto para lectores como para autores, se encuentra en el “placer de la lectura”. Aunque no descarta la importancia de los clásicos, aconseja a los lectores principiantes que no se dejen asustar, desmotivar o convencer por el legado de un clásico que no los termina de enganchar, pues “Llegará un día, en que Shakespeare será digno del lector y el lector será digno de Shakespeare”.

En sus últimos años de vida, una editorial invitó a Borges a seleccionar sus 100 libros indispensables. Los 75 títulos que añadió a esta lista antes de morir nos abren una ventana a un retrato personal de su identidad literaria. Como Borges, cada lector tiene una identidad literaria distinta en un momento dado de su vida y siempre habrá libros para los que aún no estamos listos, o tal vez nunca lo estaremos. La parte crucial del viaje del lector es saber cuándo dejar un libro que nos aburre o que no está resonando con nosotros. Para cualquiera que, como yo, siente o sintió presión por leer las “lecturas obligatorias” cuanto antes, sugiero recordar la lista de Borges, que no es memorable por los obvios clásicos que incluye, sino por esas inesperadas obras que influyen y despiertan distintas pasiones para cada lector.

Fuente: El Heraldo

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