Por: Álvaro E. Sánchez Solís
En la historia de la humanidad, hay grandes mentes que han contribuido a los diversos avances dentro de áreas jurídicas, políticas, científicas, entre otras. Algunos, con rasgos particulares y excéntricos de su personalidad, se destacan. Por ejemplo, Feynman revisaba los trabajos de sus alumnos y bosquejaba ecuaciones en las servilletas de clubes de mujeres en topless. No obstante, si hablamos de genialidad y excentricidad, uno de los mayores ejemplos, cuya historia ha sido condenada al olvido, es Benjamin Franklin.
A Franklin se le conoce por una cosa: ser uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, y la gente recuerda eso sólo porque su cara está impresa en el billete de 20 dólares. Benjamin, a sus 16 años, empezó a escribir de forma anónima en el periódico que fundó su hermano, causando mucha simpatía en los lectores. Escribió poemas y años después redactó el «Almanaque del Pobre Richard», del cual se extraerían gloriosas frases destinadas a la posteridad.
No sólo fue político o escritor, también se dedicó al mundo de las ciencias. Su gran obra científica fue el pararrayos, ya que se había dedicado al estudio de los fenómenos eléctricos. Además de eso, inventó el horno de Franklin, un humidificador para estufas y chimeneas, los lentes bifocales, las aletas de nadador, entre otros. En lo político, fuera de su participación evidente en la Independencia de los Estados Unidos, fundó la primera empresa privada moderna de bomberos.
En el intento de Franklin de adentrarse en el mundo de la medicina, triunfó con los primeros catéteres urinarios flexibles, pero también propuso remedios excéntricos como «baños de aire”, que consistían en horas de estar sentado desnudo frente a una ventana abierta.
Para aquellos que deseen adentrarse en la vida de este gran personaje, les recomiendo la lectura de su libro «Autobiografía y otros escritos». Que este libro haya caído en mis manos cuando yo tenía 16 o 17 años fue, sin duda, una gran revelación y, a partir de ello, Benjamin Franklin pasó a ser el personaje de la historia mundial que más admiro. Él cuenta su historia para que muchos emulemos lo bueno, desechemos lo negativo y veamos en él una inspiración moral. De hecho, en su autobiografía, él adjunta su cronograma de actividades diarias y su tabla de perfeccionamiento moral. Es un personaje curioso, pero inspirador y gigante.