Por: Luis Fernando Torres
En Gran Bretaña se han desarrollado, históricamente, las teorías políticas y económicas más consistentes, como resultado de haber tenido pensadores lúcidos y, además, situaciones reales en las que se han puesto a prueba los modelos. Jhon Locke construyó la gran abstracción contractualista para explicar el origen del gobierno y su misión de defender la libertad y la propiedad de las personas. Burke ofreció la ruta política conservadora, de los cambios graduales, ante la amenaza disolvente de la revolución francesa. Adam Smith supo dimensionar la trascendencia del libre mercado. Sobran los pensadores de ese calibre en esa pequeña isla británica.
En los hechos memorables los británicos también tienen una larga lista. Con la espada de Cromwell decapitaron al rey Carlos I, en el siglo XVII, e instauraron una república durante cuatro años. Después de la segunda guerra mundial implantaron un sistema socialista con todos los servicios públicos estatizados. A finales del siglo XXI abrazaron un capitalismo de libre mercado radical bajo el liderazgo de la señora Thatcher. El 2016, decidieron los ingleses que no eran europeos y se separaron de la UE.
Ahora, los conservadores, que gobiernan el Reino Unido desde el 2010, no saben con qué modelo capitalista van a resolver los serios problemas económicos del país. Un grupo sigue fiel a la ortodoxia de Thatcher, otro procura acercarse a los principios de la socialdemocracia, con un Estado más activo en políticas sociales, y, por último, el grupo de los antiglobalistas tiene en su esencia lo que le animó a Burke escribir sobre los peligros de la revolución, esto es, la preocupación por el debilitamiento del orden social, la falta de protección para las libertades y la propiedad, la vulnerabilidad de la producción local ante la embestida de las multinacionales y el mundo de las altas finanzas, el descomunal endeudamiento de las personas y la disolución de los referentes nacionales.
En el debate electoral ecuatoriano a nadie le preocupa el modelo, menos aún, alguna variante de capitalismo. En todo caso, lo que ha puesto al descubierto a los candidatos presidenciales ha sido su posición frente a los dineros depositados por los bancos y las cooperativas en el Banco Central. La mayoría de ellos ha dicho que utilizará esos dineros de los “depositantes” para proyectos de sus gobiernos, desconociendo el derecho a la propiedad privada, pues, esos dineros no son del Estado, tampoco del gobierno de turno, sino quienes los han entregado a las entidades financieras.