Por: Luis Fernando Torres
Ocho candidatos debatieron entre sí, sin la presencia del favorito en las primarias republicanas de Estados Unidos. Trump simplemente no asistió. Dijo que ya era conocido ampliamente por el electorado. Les dejó a los retadores solos, sabiendo que el día siguiente el carismático Trump sería la principal noticia por la investigación del fraude electoral y su inminente arresto por unas horas.
El motor de la campaña de Trump no son los debates con republicanos sino la implacable persecución de los fiscales dependientes del Presidente Biden. A diferencia de Ecuador, en Estados Unidos el Fiscal General es nombrado directamente por el Presidente y depende de él. En un país tan civilizado jurídicamente, la persecución política de los fiscales es una poderosa arma de los presidentes en contra de sus rivales. El alto costo de la defensa legal de Trump se paga con los aportes y donaciones que recibe su campaña.
Trump gana apoyos electorales con la persecución y, gracias a que está de candidato, logra recaudar suficientes fondos para defenderse en los tribunales.
Los demócratas consideran que Trump es el mejor candidato republicano para que Biden le gana y, por ello, le persiguen judicialmente para mancharlo y, además, promoverle en las primarias de su partido. Si bien les preocupa los escándalos judiciales del hijo de Biden, Hunter, no ven al padre tan deteriorado judicialmente como Trump, al que le han inventado una cadena de delitos.
En la primera vuelta en el Ecuador, ninguno de los candidatos podía darse el lujo que se dio Trump de no asistir. Una ausencia hubiera sido dramática