Por: Luis Fernando Torres
La marginación de las humanidades en los colegios y en las universidades ha dejado a la sociedad sin estadistas, aunque colmada de técnicos y activistas. Al nonagenario Henry Kissinger le preocupa esta falta de estadistas en su reciente libro “Liderazgo”. Existe en el mundo actual una evidente ausencia de estadistas de la talla de los seis que estudia en su obra: Nixon, Adenauer, De Gaulle, Sadat, Thatcher y Lee Kwan Yew, quienes fueron el ejemplo del liderazgo meritocrático, es decir, de los que llegan donde llegan por sus méritos, sus valores, su carácter, su visión y su formación humanista. Todos ellos pertenecieron a las clases medias, no a las aristocráticas. Subieron por la escalera del liderazgo con mucho esfuerzo y gran talento.
Para los seis líderes la educación fue “un esfuerzo sin fin de dimensiones tanto intelectuales como morales” para alcanzar visión y carácter, y no la simple obtención de una credencial. Se entregaron al estudio y consideraron un honor servir a su pueblo. Con intensas lecturas, debates y el desarrollo de una memoria descomunal pudieron construir “almacenes de conocimiento detallados y minuciosos” a partir de los cuales “razonaban mediante analogías”. Sabían que debían lograr niveles de excelencia para “encarnar las mejores tradiciones de la sociedad” que querían gobernar. De este modo, obtuvieron lo que Weber llamó “proporción”, esto es, “la capacidad de permitir que la realidad te afecte mientras mantienes la calma interior y la compostura”.
En la soledad, a la que tanto valoraban, construyeron los caminos de la paz y de la guerra, en medio de profundas reflexiones. Para pensar con dimensión se refugiaron en la soledad de sus bibliotecas, de sus fincas o, como le ocurrió a Sadat, de las cárceles, y a Adenauer, del exilio en los monasterios.
Nixon, considerado el Presidente estadounidense de mayor envergadura intelectual en el siglo XX, fue un estadista de tal naturaleza que no sólo abrió las puertas de China, sentó las bases para la paz entre Egipto e Israel, terminó la guerra en Vietnam y cercó a la Unión Soviética, sino que podía hablar sin notas en todos los foros más exigentes, lejos de la divagación y la repetición de lugares comunes.
Kissinger evoca a Maquiavelo para afirmar que en los largos períodos de tranquilidad se empequeñece el liderazgo, con líderes proclives a desear favores especiales y a adaptarse a la lenta corrupción de las normas. Sólo en tiempos adversos los pueblos vuelven a los líderes a quienes olvidaron en tiempo pacíficos.