Por: Esteban Torres Cobo
Sobre el nuevo presidente en funciones han llovido las críticas de los opinadores de siempre, desconsolados por un silencio lógico en plena transición. No es común para ellos que exista silencio, calma y, lo peor, poco material para sus análisis de momento. ¡Por qué no hay voceros!, reclaman en sus columnas y en sus podcast. ¡Dónde están los ministros! ¡Por qué no dice nada de los apagones!
Algunos, los más fanáticos, odiadores y tóxicos del periodismo nacional se preocupan más de eso y no de pedir cuentas al lento y desastroso gobierno saliente. Con el saliente fueron condescendientes y mansos hasta que se hizo insostenible, hasta para sus propias vergüenzas, seguir defendiéndolo de los malos que no lo dejaban gobernar en paz. De los guasones que impidieron el despliegue de la gran capacidad y ejecución de los del encuentro, que se sabía impecable.
Pero el nuevo estilo inaugurado por el presidente electo no les calza. No entienden que es un silencio lógico y estratégico. ¿Por qué debería pronunciarse sobre los apagones si todavía no puede mover un solo dedo en esa crisis del derrotado saliente? ¿Acaso no se entiende que, comunicacionalmente, el buen samaritano también termina trasquilado si se mete en lo que no puede resolver, al menos hasta que tenga el mando real del Estado? ¿O es que eso es precisamente lo que quieren los amables críticos, que se embarre con las tonterías de los que ya se van? ¡Por qué no detiene la preventa anticipada de petróleo o la compra de bonos por parte del BIESS! ¡Que se pronuncie!
El silencio significa mucho más que la ausencia de ruido, dice Alain Corbin es su magistral obra “Historia del Silencio”. Es también la escucha de uno mismo, la meditación, la plegaria, la fantasía y la creación. Pero, sobre todo, es el lugar interior del que surge la palabra. Ya vendrán los tiempos de velocidad y locura. Por ahora, un nuevo gobernante prepara su gabinete y traza lo que será un corto pero transformador gobierno. Quizás el que vire la trágica historia nacional de los últimos años. El de la juventud y la preparación. Y para eso hay que pisar bien antes que correr muy rápido. “Vísteme despacio que tengo prisa”.