Por: Álvaro E. Sánchez Solís
El Ecuador tiene un sistema de gobierno (ultra)presidencialista, fundamentalmente, pero ello no excluye que la Asamblea Nacional sea parte del nutrido catálogo de instituciones que cumplen su rol de contrapeso a las exorbitantes facultades del Ejecutivo. No obstante, esta no es una discusión sobre si nuestro sistema le otorga demasiado poder al Ejecutivo, sino sobre lo que pronto va a suceder en el Legislativo.
Los mismos sabuesos que adularon del desgobierno de Guillermo Lasso han vaticinado que en la nueva Asamblea Nacional habrá un diabólico acuerdo entre el Partido Social Cristiano, la bancada de la Revolución Ciudadana y el grupo de asambleístas de ADN, es decir, los oficialistas, para cogobernar con Daniel Noboa, destituir a la Fiscal General del Estado, desmantelar la institucionalidad del país, anular todos los juicios contra Rafael Correa Delgado y traerlo de vuelta para que gobierne al Ecuador nuevamente. Este fantástico relato, digno de un episodio de una serie de thriller político de Netflix, podría sostenerse si no fuera porque el PSC se ha manifestado en todo momento en contra de la destitución de la Fiscal y porque Daniel Noboa ha reiterado enfáticamente que no habrá tal «cogobierno».
Con relación a esto, es importante entender cuál es el rol de la Asamblea Nacional. Aquí es donde, a través del debate y la deliberación, se generan las leyes y reformas que necesita el país; además, se fiscaliza a los malos funcionarios que, a través de juicios políticos, pueden llegar a ser destituidos. Cabe anotar que esta última posibilidad le fue negada a la Asamblea Nacional cuando, con un evidente afán de obstaculizar el trabajo fiscalizador del Legislativo, el presidente Lasso decretó la muerte cruzada.
Con base en esto, es claro que la Asamblea, al estar conformada por distintas bancadas y tendencias, requiere de acuerdos públicos en pro del Ecuador. La Asamblea Nacional necesita una gran concertación alrededor de temas como la seguridad y la economía. Sin embargo, parece ser que en bancadas como la de Construye, hay alguna directriz que les ordena a los asambleístas ser caprichosos. Y digo que son caprichosos porque han adoptado la posición de: «si no pactas conmigo, no pactas con nadie». Se ha escuchado que, en algunas provincias, esos pactos con Construye incluyen gobernaciones y puestos públicos.
Algo que les pido es que hagan un poco de memoria: el presidente actual se cayó porque dinamitó un acuerdo con la única bancada que se acercaba ideológicamente a lo que Lasso ofreció en campaña. No volvamos a cometer los errores y a llevar a Daniel Noboa a un agujero sin fondo, estamos a tiempo, acordemos alrededor de los grandes objetivos del país.