Hoy es el Primer Domingo de Adviento, tiempo de espera para la venida de Cristo… Y “tiempo de espera”, significa tiempo de preparación para esa venida.
El Adviento nos abre a un nuevo ciclo, en este año 2023 nos corresponde el ciclo B. Cada año, con el comienzo del Adviento, cambiamos de Evangelio en los domingos. El adviento es uno de los tiempos fuertes de la Liturgia.
La Santa Madre Iglesia, que es muy sabia, nos prepara así para vivir mejor la Navidad, como pasa con la Cuaresma, antes de la Pascua. En este tiempo fuerte sería bueno recurrir con mucha más frecuencia a la Palabra de Dios, que está siempre disponible. Y que esa Palabra de Dios nos supiera a poco.
Eso sí, tenemos que recordar, quizá en tiempo de Adviento especialmente, que Dios actúa de un modo discreto y silencioso, pero eficaz. No siempre como nos gustaría, no de forma drástica o exagerada, sino como el fermento en la masa. Todo lleva su tiempo. Y el tiempo de Dios no es nuestro tiempo. Eso también tenemos que recordarlo.
Es que Jesús plantó un germen de vida, en lugar de implantar algo imponente y grandioso ya desde el comienzo. Para ayudar al desarrollo de ese germen de vida, cada uno tenemos una tarea. Dio a cada uno de sus criados su tarea. Cuando nos bautizaron, por obra y gracia del Espíritu, entramos a formar parte de ese plan de Jesús. Y fue plantada en nuestro corazón nuestra propia semilla. Deja que esa semilla crezca en tu vida. Con la ayuda de Dios crecerá. Él os mantendrá firmes hasta el final. Y espera. Todo está en marcha. Trabaja, sin prisa, pero sin pausa, con paciencia, y con alegría. Porque nos preparamos para algo grande.
Por eso el Señor nos recuerda ¡tantas veces! que estemos preparados, que velemos, porque no sabemos a qué hora regresa.“¡Sí, vengo pronto!” ¡Ven, Señor Jesús!