Por: Álvaro E. Sánchez Solís
Hace varios días, se dio a conocer, a través de diferentes medios de comunicación, el caso denominado por la Fiscalía General del Estado como “Metástasis”, que consiste en una red que vincula a diferentes funcionarios judiciales, gubernamentales y abogados con el difunto narcotraficante, Leandro Norero.
El descubrimiento fue escandaloso, ya que la Fiscalía publicó varios chats que mantenía Norero con diferentes personas influyentes en el Ecuador: la alcaldesa de Simón Bolívar, el ex secretario de seguridad del gobierno de Lasso, el ex presidente del Consejo de la Judicatura, el periodista Andersson Boscán, entre otros. A través de los chats, se observa como se trabaja en el subsuelo del poder judicial y político: beneficios dentro de procesos penales, sicariatos, compra de funcionarios, apoyo del narcotráfico a instituciones, entre otros actos deleznables.
Metástasis, al parecer, forma parte de uno de los puntos del “Plan Fénix”, impulsado por el Presidente de la República, Daniel Noboa. Se especula, además, que este caso recibió una “ayuda norteamericana”. Es, sin duda, el mayor golpe al narcotráfico en la historia ecuatoriana.
Lo que me ha parecido inaceptable -y es la razón por la que escribo esta columna- es que a varios actores políticos les ha bastado con negar sin fundamento alguno que han existido esos chats para que la opinión pública y los medios los beatifiquen. Así ha sucedido, por ejemplo, con Diego Ordóñez, un nefasto personaje que presuntamente ofrecía hacer presión para beneficiar a Norero en la justicia y que simplemente ha dicho que los chats no son reales para pasar desapercibido entre todos.
El que sí lo ha reconocido y ha aguantado el escarnio público es el periodista Boscán, quien afirmó que le asquea la forma en la que se trataba de “hermano” o “ñaño” con Norero y no ha negado la existencia de conversaciones. Lo que sí cabe decir es que su conducta es reprochable, pero no evidencia el cometimiento de delito alguno.
En definitiva, vivimos en un país en el que cuando varios personajes están involucrados en un caso de corrupción, la gente tiene diferente vara para medir a unos y a otros. En el Ecuador se vive de conveniencias, hipocresías y doble moral.