Por: Martin Sevilla Holguín
Anthon Chekhov es considerado una de las figuras más prominentes de la literatura rusa, destacándose como autor de cuentos y relatos cortos. Uno de sus más reconocidos trabajos es “El Pabellón Número 6”, publicado por primera vez en 1892, donde narra una historia corta pero llena de temas interesantes, personajes cautivadores y profundas reflexiones sobre la sociedad rusa de la época. Con un tono casi cómico, plantea reflexiones sociales y filosóficas a través del desafortunado doctor Andrey Yefimitch, director del único hospital en una pobre y remota provincia. La institución en la que trabaja, cuya decadencia es evidente, es hogar del pabellón número 6, lugar en donde están condenados a vivir los lunáticos del pueblo.
Yefimitch se nos presenta como un hombre insatisfecho, negligente en su trabajo y frustrado por el nivel intelectual de las personas en su entorno, a quienes considera como ¨inferiores¨. Un día, mientras pasea aburrido por el hospital en el que nunca quiso trabajar, conoce al misterioso Ivan Dmitritch, uno de los pacientes mentales del pabellón 6, con quien empieza una conversación que cambiará el transcurso de su vida. El paciente, a quien se describe como un caballero, con modales ejemplares y una presencia casi noble, se da cuenta de inmediato de las inseguridades del doctor y de manera magistral, refuta cada uno de los argumentos condescendientes con el que Yefimitch lo trata de menospreciar. Atónito ante la capacidad de razonamiento del lunático, sus conocimientos en filosofía y el profundo entendimiento que parece tener sobre la naturaleza humana, el descontento doctor encuentra en Ivan Dmitritch esa digna contraparte intelectual que por tanto tiempo había estado buscando.
A partir de esta premisa, el cuento se desenvuelve en una perfecta trama donde poco a poco, se deconstruye al personaje del doctor, quien se da cuenta muy tarde de que se ha atrapado a si mismo en un espiral de eventos desafortunados del cual no podrá escapar. Una de las cosas que más me fascinó de este cuento es la forma en la que Chekhov utiliza a sus dos personajes principales para argumentar a favor y en contra de filosofías como el estoicismo, la existencia y la realidad. Creo que este es el perfecto relato para adentrarse al intimidante mundo de la literatura rusa, famosa por lo cruda y cruel que puede llegar, pero igualmente fascinante por las puertas que abre a una realidad tan distinta a la que conocemos.