Saltburn

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Por: Martin Sevilla Holguín

Saltburn es la última película de la directora Emerald Fennell, que se ha viralizado en redes por sus escenas gráficas, música, elenco y cinematografía. Viendo estas reacciones y la precipitada forma en la que se volvió tendencia, esperaba encontrarme con una cinta mucho más comercial y sensacionalista, plagada de escenas diseñadas para generar este tipo de respuesta. Es algo que he notado mucho últimamente, en productos de entretenimiento, que incluyen momentos de shock, excesivamente violentos o polémicos e incluso, los menos sutiles, alguna canción nostálgica o coreografía de baile sencilla de replicar. Finalmente, al verla, me di cuenta de que me había equivocado. La cinta es extraña y diferente, destacándose por su composición artística y estética visual. Trata temas interesantes y está llena de símbolos y giros en una trama que, aunque contradictoria, te atrapa de principio a fin.

En un inicio, la premisa es clara, con el personaje de Oliver Quick cumpliendo el rol del “pez fuera del agua”, cuando lo invitan a pasar el verano en un castillo en Saltburn. Allí, atónito ante los lujos, excesos y excentricidades de la noble familia, cae víctima de los juegos mentales y dramas familiares, mostrando así sus propias inseguridades y secretos. Con el paso del tiempo, mientras las tensiones crecen y la tragedia cae sobre el antiguo castillo, nos encontramos con un protagonista cambiado que, revelando sus verdaderos colores, recontextualiza muchos de los eventos de la cinta y cambia su mensaje por completo.

Estas revelaciones y la forma en al que se elije resolver la trama de la cinta son las decisiones que más me frustraron de Saltburn. Realmente es un giro inesperado, pero no estoy seguro de si tiene tanto sentido con lo que se propone desde un inicio. Lo que parecía ser una interesante sátira sobre el poder, la identidad y la dignidad, se enredan luego en una trama más compleja, cruel y cliché. Finalmente, Saltburn es una película que me ha dejado pensando y aunque sigo sin estar completamente seguro de si me gusta o no, creo que vale la pena recomendarla. No por sus giros ni sorpresas, sino porque que realmente se trata de una propuesta diferente, que toma riesgos y propone ideas interesantes, algo que cada vez se vuelve más difícil de encontrar.

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