Por: Álvaro E. Sánchez Solís
La falta de información en la política perjudica gravemente los resultados electorales. Este fenómeno es especialmente visible en contextos donde los votantes tienen acceso limitado a fuentes de información veraces y equilibradas, lo que puede distorsionar la percepción de la realidad política y social.
En primer lugar, la desinformación y la falta de acceso a datos precisos pueden llevar a los votantes a tomar decisiones basadas en mitos, rumores o propaganda. Esto no solo socava la calidad de la democracia, sino que también permite la manipulación por parte de actores con agendas específicas. Los candidatos que se basan en tácticas de miedo o en la difusión de información falsa pueden obtener una ventaja injusta, desviando la atención de sus políticas y propuestas reales.
Además, cuando los ciudadanos no están bien informados, es menos probable que participen activamente en el proceso electoral. La apatía y el desinterés político se ven exacerbados por la sensación de impotencia o de falta de opciones reales. Si los votantes no creen que su elección se basa en información sólida, es probable que vean el acto de votar como una formalidad vacía más que como una herramienta de cambio efectivo. Esto se ve reflejado en el alto ausentismo, los votos nulos y los votos blancos.
Es crucial, por tanto, fomentar una cultura de transparencia y acceso a la información. Medios de comunicación responsables, educación cívica robusta y plataformas de debate público inclusivas son esenciales para asegurar que los ciudadanos puedan tomar decisiones informadas. Sólo así podremos construir una democracia donde los resultados electorales reflejen verdaderamente la voluntad y el interés de un electorado bien informado. La información es poder, y su ausencia es una forma de control que no podemos permitirnos en una sociedad que aspira a ser justa y democrática.
Contacto: alvaro.sanchez2012@gmail.com