Las consecuencias de caer en la tentación, Misa Dominical

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Nadie está libre de tentaciones.  ¡Ni Jesucristo!  Cuando Jesús fue tentado en el desierto, El despachó de inmediato al Demonio.  Así deberíamos actuar nosotros.  No como Adán y Eva en el Paraíso Terrenal.  De inmediato hay que despachar al Demonio orando, porque la oración impide que el demonio tome más fuerza y termina por despacharlo.

Enseguida del pecado original, vemos a Dios buscando a Adán: “¿Dónde estás?»       Adán le responde: “Tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí».  El replicó: «¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que Yo te prohibí?».

¿Qué significa estar desnudo?  Es la desnudez de la falta de la gracia divina.  Se les cayó a Adán y a Eva el ropaje maravilloso, esplendoroso de la gracia divina.  Se pusieron en contra de Dios y perdieron el ropaje divino de la gracia.  Y ahora tienen miedo, se esconden, porque se sienten descubiertos y desnudos.

Igual estamos nosotros al pecar, desprovistos del ropaje de la gracia.  Por eso no es recomendable permanecer desnudos, desprovistos de la gracia divina. Cuanto más pronto la recuperemos, mejor es. ¿Cómo?  Arrepentimiento y Confesión.

Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno. Nosotros sabemos, en efecto, que si esta tienda de campaña -nuestra morada terrenal- es destruida, tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios.

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