Por: Luis Fernando Torres
Después del reciente encuentro de Musk y Trump en la red X, ha surgido el debate sobre el alcance del derecho a la libre expresión del más rico empresario del mundo y propietario de la plataforma X con 194 millones de seguidores.
Los europeos le han recordado que la desinformación está sancionada. El isleño gobierno británico ha llegado a acusarle de haber botado más leña al fuego en el reciente choque de ciudadanos por disputas migratorias.
En Estados Unidos es más fácil que opine por la trascendencia de la Primera Enmienda en la protección de la libertad de expresión. En todo caso, la entrevista con Trump abrió el debate sobre el poder recargado de Elon Musk, propietario de Tesla, el fabricante de vehículos eléctricos, y de X, plataforma por la que pagó 44 billones de dólares, esto es, el equivalente a la mitad del PIB del Ecuador.
Ha logrado que sus 50 posts de apoyo a Trump hayan logrado 1.2 billones de vistas, una cifra descomunal en el mundo de los posts de X. La decisión de apoyar tan abiertamente a Trump nace del hecho que los demócratas le han escuchado sobre la evolución de la industria de los vehículos eléctricos y Biden, inclusive, no le ha convocado a reuniones con otros líderes empresariales.
La plataforma X es mucho más que in medio de comunicación. Su ámbito no se reduce a la información y al contraste de puntos de vista y opiniones. Se proyecta más allá, hasta la posibilidad de desinformar con impacto inmediato y mundial. El control de X le da a Musk un poder hasta ahora desconocido en la formación de las percepciones y los juicios de valor de los que ocupan la plataforma.
La elección del presidente de Estados Unidos estará condicionada, en buena medida, a lo que suceda en X.