Alejarse de las falsas ovejas, Misa Dominical

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Las Lecturas de hoy nos hablan del derramamiento del Espíritu Santo fuera del círculo más íntimo de la comunidad dirigida por el Señor.

En efecto San Marcos (Mc 9, 38-43.45.47-48) nos narra el episodio en el que el Apóstol Juan le dice a Jesús: “‘Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, como no es de los nuestros, se lo prohibimos’.  Pero Jesús le respondió: ‘No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí.  Todo aquél que no está contra nosotros, está a nuestro favor’”.

Son palabras del Señor que hay que revisar muy bien, pues en otra oportunidad y, tratando el mismo tema de la expulsión de demonios, dijo lo contrario: “Quien no está conmigo, está contra mí” (Lc 11, 23).  En realidad, en el primer caso, Jesús reconoce que sus seguidores pueden estar fuera del pequeño grupo de sus discípulos.  Pero en la segunda ocasión, está refiriéndose a un grupo que lo atacaba, que decía – ¡nada menos! – que El echaba los demonios por el poder del mismo Demonio.  ¡Acusación tremenda y definitivamente blasfema!  Hay que saber diferenciar entre unos y otros.

El Evangelio también toca el pecado de escándalo, es decir, el pecado en que por dar mal ejemplo o por dar un mal consejo, podemos hacer caer a otros en pecado; es decir, cuando nuestra conducta o nuestra palabra pueden servir de ocasión de pecado para otros.

Y Jesús fue sumamente severo con este tipo de pecado, especialmente cuando se escandaliza “a la gente sencilla que cree en Él: ‘Más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar’”.

Fue igualmente severo el Señor al exigirnos cualquier renuncia con tal de evitar los pecados que nos alejan de Él y ponen en peligro nuestra salvación eterna:

“Si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo, pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que ser arrojado con tus dos pies al lugar de castigo”.   Y se refirió con la misma severidad al ojo y a la mano, todo para indicarnos lo importante que es nuestra salvación y lo grave que sería la condenación.  Ningún esfuerzo es grande y ninguna negación imposible, cuando se trata de llegar a la Vida Eterna.

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