Ya más entrado el Adviento, las lecturas nos hablan de alegría, pues ya está más cerca la venida del Señor.
El Evangelio de hoy nos presenta a un personaje muy central de esta temporada de Adviento, preparatoria a la Navidad. Se trata de San Juan Bautista, el precursor del Mesías. Él era primo de Jesús, recibió el Espíritu Santo aun estando en el vientre de su madre, cuando la Santísima Virgen la visitó enseguida de la Encarnación del Hijo de Dios.
Llegado el momento, San Juan Bautista comenzó su predicación para preparar el camino del Señor; es decir, para ir preparando a la gente a la aparición pública de Jesús.
Pensando en la primera venida de Cristo, cuando nació en la humildad de nuestro cuerpo mortal, recordemos también nuestra futura resurrección al final de los tiempos. Así ésta y todas las Navidades puedan servirnos para aprovechar las gracias divinas que se derraman al recordar el nacimiento de Jesús en la tierra, de manera que esas gracias puedan traducirse en gracias de gloria para su segunda venida. Ese será el momento cuando nuestro cuerpo mortal va a ser transformado en cuerpo glorioso. Será la resurrección que sucederá en el día final.
Es así como la Navidad o primera venida del Mesías continúa siendo un recordatorio y un anuncio de su segunda venida. Que la venida del Señor esta Navidad no sea inútil, de manera que la celebración de su primera venida nos ayude a prepararnos a su venida final en gloria, para ser contados como trigo y no como paja.
Oración y vigilancia es lo que nos pide el Señor: orar y actuar como si hoy -y todos los días- fueran el último día de nuestra vida terrena.
Lo importante no es saber el cómo. Importante no es saber el cuándo. Importante es estar siempre preparados, es vivir cada día como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra.