Por: Álvaro E. Sánchez Solís
En los últimos meses, el pueblo ha tomado la costumbre de despreciar a la Asamblea Nacional y sus miembros. Se les han impuesto varios epítetos de distintos calibres e incluso el Gobierno intentó, vía consulta popular, reducir la representatividad en el Parlamento disminuyendo el número de asambleístas.
Pese a todo ello, yo sigo creyendo que la Asamblea Nacional es la institución más democrática y pluralista que existe en nuestros días. En ella están representadas las virtudes y los pecados de los ciudadanos. El Parlamento es la expresión misma de la voluntad popular con sus más profundos y folclóricos matices.
Con esto, no quiero justificar que haya asambleístas con una desdeñable preparación o que miembros del Parlamento vomiten comentarios del estilo «Si roban, roben bien». A lo que voy es que, a ciertas personas, ejemplo de mojigatez, les encanta lanzar piedras al legislativo sin hacerse responsables del voto que permitió a esos asambleístas obtener una curul.
Por ello, hoy escribo estas palabras en defensa de la Asamblea, una institución que, con sus tendencias e ideologías, representa fielmente a nuestro pueblo, intensamente dividido y polarizado en diversas visiones, pero capaz de alcanzar acuerdos en cuestiones puntuales en pro del país.
La consigna de algunos sectores, en el contexto del juicio político, es «que se vayan todos», queriendo, con ello, invocar una posible muerte cruzada, desconociendo que el Parlamento es el último reducto democrático de nuestra fragmentada sociedad. No apoyo la muerte cruzada porque disolver un Parlamento, a la par de un presidente torpe con facultades casi omnímodas – pero constitucionales – durante 6 meses, no me genera confianza alguna.
No permitamos que algunos «miopes políticos» quieran repudiar y acabar con una institución eminentemente democrática. El Parlamento, en nuestro país, es el contrapoder de un Ejecutivo que, valiéndose de una Constitución hiperpresidencialista, extiende sus tentáculos de poder a todos los niveles de gobierno.
Aunque hoy en día no sea políticamente correcto o polémico, seguiré defendiendo la institucionalidad de la Asamblea, porque un pueblo sin Parlamento es un pueblo sin representatividad ni identidad política.
@alvarossolis