Por: Martín Sevilla Holguín
En su aclamada saga de novelas, Frank Herbert fue uno de los primeros autores en explorar los conceptos de ciencia ficción que luego inspirarían obras tan populares como Star Wars. Dune ocurre cientos de años en el futuro, la Tierra ha quedado atrás y la humanidad se ha desplegado en el espacio. Su protagonista es Paul Atreides, un príncipe heredero del mítico planeta Arrakis, donde se produce la sustancia más valiosa del universo. A primera instancia podría parecer que su historia será la del arquetipo del “elegido”, pues Paul se embarca un camino del héroe cuando su planeta es invadido por ambiciosos enemigos. Pero a medida que avanza la novela, nos damos cuenta de que Herbert tiene otros planes para el joven príncipe.
Para recuperar Arrakis, Paul recurre a la ayuda de los Fremen, los nativos del planeta que han sido oprimidos y esclavizados por siglos. Cuando Paul se presenta ante ellos, no tardan en reconocerlo como una figura mesiánica, alrededor de la cual se basa toda su religión. Los Fremen le juran lealtad, pues creen que es quien finalmente traerá paz y libertad a su planeta. Todo parece encajar demasiado bien para Paul y él lo nota. Eventualmente descubre que no hay realmente nada místico ni profético sobre él. La religión de los Fremen es fruto de un largo proceso de adoctrinamiento, llevado a cabo por generaciones y diseñado específicamente para favorecer a las familias nobles en caso de que algún día corran peligro.
Paul entiende que todos esos momentos en los que creyó ser partícipe de un destino superior o de una noble misión heroica, realmente no significaron nada. Finalmente decide no revelar esta verdad a los Fremen, aun sabiendo que sus devotas y mortales fuerzas no se detendrán cuando hayan retomado Arrakis, sino que buscarán entregarle a su mesías el universo entero. Es con esta fatal decisión, con la que Paul Atreides abandona el camino del héroe y su personaje se torna moralmente ambiguo, convirtiéndose en el retrato del “falso ícono”. La sangrienta batalla que se desata tiene consecuencias terribles para el universo entero y finalmente nos hace entender que Dune no se trata sobre héroes y profecías, sino de los terribles peligros del fanatismo y las figuras carismáticas.