Por: Martin Sevilla Holguín
Hace poco terminé de leer “El Gran Gatsby”, uno de los grandes clásicos de la literatura americana, escrito por Francis Scott Fitzgerald. Aparte del cautivante conflicto central de la trama, sus inolvidables personajes y escenarios, creo que uno de los aspectos más intrigantes, que han convertido a esta obra en un objeto de admiración y debate, es la forma en que sutilmente esconde el tema del “sueño americano” en los arcos de sus personajes. Al inicio de la trama, sentimos un inmediato énfasis sobre los excesos de lujo y riqueza que el misterioso Jay Gatsby despilfarra en sus excéntricas fiestas. Al conocerlo mejor, entendemos que el dinero y sus posesiones materiales son simplemente vehículos que utiliza para cumplir su verdadero sueño, el de recuperar un amor del pasado. Gatsby se construye entonces como un hombre atormentado, obsesionado con recapturar un pasado que idealiza, por el que está dispuesto a sacrificar su reputación y sus principios.
La forma en que Gatsby se consume bajo su propio sueño toma primer plano, pero la novela esconde sutilmente un arco similar en su narrador. Nick Carraway es un joven orgulloso que nos cuenta su llegada a Nueva York, donde planea independizarse y construir su propio legado. Nick idealiza su propia imagen y la subjetiva naturaleza de su narrativa le permite convencernos a nosotros y a sí mismo de que es “una de las pocas personas honestas” y alguien que se reserva los juicios de los demás. Sin embargo, al verse envuelto con Gatsby, descubre que la clase alta que lo rodean está repleta de personajes egoístas, superficiales y ambiciosos que están muy lejos de ser las personas “honorables” que Nick cree ser.
Finalmente, cuando el conflicto concluye y Nick nos habla por última vez, encontramos en su reflexión final una ligera melancolía y algo de derrota, que refleja su destino al de Gatsby. Los sueños de grandeza de Nick se empiezan a disolver en ese mundo que no es compatible con su elevados ideales de honor. Igualmente, Gatsby luchaba por avanzar contra corriente, persiguiendo un sueño aparentemente perdido en el pasado, pero que con inquebrantable voluntad casi logra recapturar. La novela termina con un Nick más honesto consigo mismo, que confiesa su derrota, pero no deja de pensar en Gatsby, un gran hombre al que admira y que lo inspira a seguir adelante.