Por: Esteban Torres Cobo
La guerra entre rusos y ucranianos es una pérdida para los dos bandos y para el mundo entero. No hay ganadores sino solo pérdida de vidas, de dinero y de paciencia.
Es devastador ver el video que circuló ayer donde soldados rusos que huían de un contraataque ucraniano son acribillados a mansalva intentando subir a un bote que les podía alejar de la orilla. Estoy seguro de que esos pobres soldados eran jóvenes con familias y amigos que no estaban convencidos del capricho de Putin ni de sus destellos imperiales de acabar con Ucrania. Y la violencia macabra ha sido recíproca, con escenas que la humanidad no olvidará.
Tengo la impresión de que no acabará pronto. Ucrania concentró muchos apoyos internacionales, armamento y dinero, pero Rusia todavía sigue siendo Rusia y Putin se sostiene a pesar de todos los intentos por sacarlo del poder. La rebelión de los mercenarios fue controlada (sino fue un teatro en sí mismo) y los aliados con China a la cabeza no se han ido. Está estancado el conflicto, como cualquier gran guerra.
Recuerdo que de pequeño no entendía porque las guerras se establecían con periodos de tiempo tan amplios. Años, lustros y hasta décadas. Pero es porque precisamente no hay guerra rápida entre iguales o parecidos. Lo de Ucrania y Rusia cumple con el parámetro histórico de las guerras complicadas. De las que se demoran, giran y terminan sin guías claras.
Qué traumática es la guerra para los que la pelean. No hay nadie que se salve de su daño. Afecta la mente, el espíritu y el corazón hasta de quienes triunfan. Nadie se queda al margen ni en la indiferencia. A Rusia le tomará muchas décadas recuperar la imagen y las conquistas internacionales que logró antes del disparate de Putin. A Ucrania, su infraestructura y sus vidas. Han perdido ya las dos naciones así Ucrania se imponga.