Por: Martin Sevilla Holguín
Hace unos meses, cuando terminé de leer “After Dark” de Haruki Murakami, algo en la novela que no me terminaba de convencer y creo que de cierto modo la sentí anticlimática. Inicialmente me molestó, pues en realidad está escrita de forma impecable, con personajes magnéticos y un intrigante misterio. Estuve dándole vueltas algún tiempo porque, a mi parecer, todas las tramas parecían estar a punto de colisionar en una violenta resolución, pero finalmente terminaron por disiparse de una forma muy distinta a lo que yo esperaba. Poco a poco, empecé a entender que tal vez había algo más profundo que Murakami quería decir con esa subversión de expectativas y me di cuenta de que esta ejecución tan diferente reflejaba en realidad muchos de los puntos ocultos en el trasfondo temático del libro.
Toda la trama ocurre en el transcurso de una sola noche, en la que, a través de varias perspectivas, conocemos el alternativo y a veces peligroso estilo de vida nocturno en la ciudad. Estudiantes, músicos, trabajadores, criminales y lunáticos conviven indirectamente mientras siguen sus rutinas de la forma más solitaria y anónima que la noche les permite. De varias vías narrativas que seguimos, una nos presenta a Shirakawa, un oficinista nocturno que revela su lado oscuro y violento cuando agrede a una trabajadora sexual en un “love hotel”. En otra conocemos a Eri Asai, una modelo terriblemente deprimida, atrapada en sus sueños por una criatura aparentemente sobrenatural. A medida que nos adentramos en las horas más profundas de la noche, las intensas situaciones de estos y otros personajes empiezan a escalar en intensidad y cuando menos lo esperamos, llega el amanecer.
Creo que finalmente, el punto que Murakami intenta aterrizar es que, aun siendo tan terribles e inhumanos, muchos monstruos usan la noche como refugio. Muchos de sus crímenes y los castigos que se merecen son injustamente borrados con el primer rayo de sol. Aunque a primera instancia lo haya encontrado anticlimático, veo el sentido del autor en el contexto de denunciar problemas reales como la soledad, depresión, la violencia de género y el crimen organizado, los cuales terminan con frecuencia de una forma anticlimática. Finalmente, no todo en el libro es negativo, pues Murakami también aprovecha el “nuevo día” cómo un símbolo esperanzador para algunos de sus personajes más nobles e inocentes, indicándonos que también ellos pueden dejar atrás algunos de sus pesares que los atormentaban la noche anterior y volver a empezar, como si nada hubiera pasado.