Por: Luis Fernando Torres
Las universidades son espejos de las ciudades donde funcionan, antes que reflejos de sus países. El expresidente Hurtado dijo que los países irán hacia donde vayan sus universidades, aunque más apropiado sería decir que las ciudades irán hacia donde se dirijan sus universidades, al menos en países como Ecuador debido a la gran fuerza gravitacional de las universidades en los entornos cantonales y, con menos vigor, en los provinciales. Es diferente la realidad de universidades como Oxford, Cambridge, París, Londres, Miami, Nueva York y otras, que, si bien llevan el nombre de las ciudades donde se fundaron y donde funcionan, tienen una trascendencia que desborda, inclusive, las fronteras nacionales.
Bogotá es, en América Latina, una capital con uno de los entornos universitarios más exquisitos, con centros académicos privados y públicos considerados los mejores de la región por la formación profesional y humanística que imparten a la juventud y el impacto de sus investigaciones. En la ciudad se respira la fuerza de sus universidades. La complejidad de su tejido empresarial y profesional está a la vista de cualquier visitante, así como el alto nivel cultural de los miembros de la capa social donde se generan la opinión, las modas y las visiones.
La Pontificia Universidad Javeriana, que tuve la oportunidad de visitar en un encuentro académico de profesores de las facultades de derecho de esa prestigiosa Universidad y de la Universidad Indoamérica, es un faro de pensamiento en Bogotá, con una dimensión nacional. Como la Javeriana, al menos 3 universidades privadas más y una pública, son grandes forjadores de la ciudad.
Ambato tiene la oportunidad de avanzar en una dirección de progreso en la medida que sus universidades sean parte del diálogo permanente entre la ciudad y los centros académicos, sabiendo que las voces de la ciudad deben provenir de sus autoridades locales y los actores económicos y sociales.