Por: Luis Fernando Torres
La provincia de Tungurahua tiene el privilegio de encontrarse en la Cuenca del Pastaza, donde gravita con las provincias de Pastaza, Napo y Morona, en virtud de las arterias viales, de primer orden, que conectan a las capitales cantonales, las intensas migraciones y el dinámico comercio de productos. Les une, además, una larga historia de colonización, asentamientos, expediciones y misiones. Muchos tungurahuenses o sus descendientes se encuentran radicados en esas provincias.
A diferencia de otras provincias serranas, costeñas y amazónicas, en las de Pastaza, Napo y Morona se respira tranquilidad. Están ausentes los altos niveles de criminalidad. En las zonas ocupadas por comunidades indígenas la criminalidad ni siquiera se aproxima. La paz social es uno de los activos más importante en esas tres provincias.
La provincia de Napo, con los encantos de Misahuallí, se ha convertido en un destino turístico para nacionales y extranjeros. Por el cierre temporal de las comunicaciones viales con Quito, Ambato y Baños han llegado a ser pasos obligados de los turistas que van y vienen sobre todo de Napo.
El mercado consumidor de productos tungurahuenses es de notables dimensiones, a tal punto que el dinamismo económico de muchos negocios y empresas tungurahuenses depende de la capacidad de compra de los habitantes de esas tres provincias amazónicas. Inclusive, a nivel financiero, es fácil advertir la presencia de vistosas sucursales de entidades cooperativas ambateñas.
La construcción de los túneles y la ampliación de la vía desde Baños hasta río Negro, con motivo de la construcción de la Central Hidroeléctrica San Francisco, fueron determinantes para comunicar fluidamente a Tungurahua con las demás provincias Amazónicas.
Si bien Tungurahua debe mirar hacia Chimborazo y Cotopaxi para definir su rol protagónico en el centro del país, no puede descuidar a las provincias amazónicas, donde están abiertas oportunidades.