Hemos dejado atrás el desierto (las tentaciones, primera semana de Cuaresma) y la montaña (la Transfiguración, segunda semana de Cuaresma). La Liturgia nos pone en suerte hoy los Mandamientos, que, seguramente, conocemos desde pequeñitos. Acostumbrados a estudiarlos de corrido, quizá nos hayamos acostumbrado a tenerlos de fondo, como algo que está bien, pero que no nos afecta demasiado. Total, ni robo, ni mato, ni “nada de nada”, como dicen algunos al confesarse.
Se nos olvida que los Mandamientos hay que entenderlos desde su origen: el recuerdo de la esclavitud en Egipto, la liberación y el deseo de vivir según unas normas que permitan constituir una sociedad distinta a la egipcia. Sin faraón, y con Dios. Sin esclavitud, y con libertad. Sin desigualdades, y con igualdad. Sin muerte, y con vida. La sociedad, el mundo que Dios quiere para todos. No es ya un catálogo de pecados graves a evitar, como piensan muchos.
En realidad, los Mandamientos, aunque algunos opinen de otra manera, siguen estando vigentes. Todos. Jesús, lejos de derogarlos, viene a darles sentido y plenitud. Son una muy buena forma de contrastar nuestro estilo de vida con lo que Dios quiere de nosotros. Los diez. Aquí no hay posibilidad de ir eligiendo, como si del menú de un restaurante se tratara. Éste me gusta, éste no tanto… Todos afectan a todos. Desde el Papa hasta la última de las abuelitas en una parroquia perdida en el fin del mundo.
Jesús nos conoce mejor que nosotros mismos. Es un gran privilegio, porque además nos quiere como somos, y espera que seamos mejores. Nuestro corazón es su casa. Podríamos hoy pedir al Señor que purifique nuestras motivaciones para seguir a Jesús. Que no llenemos nuestra casa con imágenes que no representan a Cristo. Que seamos capaces de dar menos importancia a todo aquello que no permite el crecimiento del Reino. Que nos podamos liberar de los ídolos que nos frenan, sean personas, cosas o afectos desordenados, de forma que podamos vivir más como Dios quiere, con más tiempo para el encuentro con Cristo, y menos excusas para no hacer lo que Él nos pide.