Por: Luis Fernando Torres
El Dante le ubica a Judas Iscariote en el último círculo del Infierno, el noveno, en el peor lugar, esto es, el cuarto recinto, llamado Judesca, donde están los traidores a la majestad humana y divina. A diferencia de Bruto y Casio, que asesinaron a Julio César a traición en el Senado romano, Judas se encuentra con la cabeza debajo de aguas purulentas y las piernas en el aire, por tratarse del más grande traidor de la humanidad. Por 120 denarios de plata le vendió a su Maestro, Jesús, para que fuera condenado y crucificado en el Gólgota. Para el poeta italiano, la traición es el pecado más grave.
Casi dos décadas le tomó la escritura de la Divida Comedia, a comienzos del siglo XIV. Y sólo 150 años después de su muerte la obra pudo ser publicada. Es tan compleja y con tantos aportes de la poesía clásica, la filosofía, la literatura, la historia, la teología, la física, la astronomía, que ha sido considerada la “enciclopedia del saber medieval”. Que los traidores hayan sido enviados al fondo más remoto del Infierno, no es un desliz de Dante sino el resultado de su vasta erudición y su decantada reflexión acerca del lado oscuro de la conducta humana.
En la investigación de los casos Metástasis, Purga y Encuentro, la traición ha sido el hilo conductor de los relatos de algunos de los procesados. Para beneficiarse de rebajas en sus condenas, han acusado a sus temibles socios y compinches, olvidándose de la intimidad que los mantuvo unidos en la perpetración de los delitos. En los procesos penales de Ecuador y de muchos países, entre ellos, Estados Unidos, la delación de un socio o compinche no es procesalmente reprobable. Por el contrario, comportarse como un traidor le permite al delator recibir un premio procesal.
Fuera del proceso penal, en el mundo de la política también existen situaciones en que los traidores resultan aplaudidos por la opinión pública y por ciertos sectores políticos autocalificados de buenos y moralistas, aunque, en la práctica, transiten por el barro de la inmoralidad. El aplauso de éstos resuena cuando el traidor abandona a sus congéneres y se dedica a insultarlos y a revelar supuestos secretos de camarilla.
Traidor es traidor y no existe término medio en el pensamiento de Dante. La pasión de Cristo no sólo sirve para acompañarlo en su camino al Gólgota, cargando la cruz, sino para condenar, por siempre, la traición de Judas Iscariote.