Traición a la patria

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Por: Álvaro E. Sánchez Solís

Entre 1859 y 1860, el Ecuador se encontraba al borde del colapso. El país se estaba desmembrando y empezaron a formarse diferentes gobiernos provisorios en varias partes de la nación, desconociendo la unidad territorial y la autoridad que los regía. En ese contexto, Gabriel García Moreno inició una lucha unificadora y pacificadora para salvar a Ecuador. A esta misión se opuso Guillermo Franco, quien se autoproclamó Jefe Supremo de Guayas. Para evitar el propósito garciano, Franco inició oscuras negociaciones con Ramón Castilla, mandatario peruano, y concluyeron firmando el Tratado de Mapasingue, por medio del cual Franco cedió importantes territorios ecuatorianos al Perú. El nefasto Tratado no tuvo efecto, ya que fue firmado por un autoproclamado dictadorzuelo de Guayas. Franco, el gran traidor, murió desterrado en Perú. Desde entonces, no se había visto, en Ecuador, una traición a tal nivel… hasta ahora.

Hace poco, policías ecuatorianos incursionaron en la Embajada de México para arrestar a uno de los peores delincuentes políticos de la historia ecuatoriana, el ex vicepresidente Jorge Glas Espinel. Sobre este hecho en particular, se han vertido miles de opiniones a favor y en contra. No obstante, el mayor socio del delincuente, que vive autodesterrado en tierras belgas, el expresidente Rafael Correa Delgado, como es lógico, salió enfurecido a defender a su amigo. Sin embargo, considero que se extralimitó en esa defensa, dado que pidió, además, sanciones en contra de Ecuador.

Correa siempre se jactó del bien que le hizo al país y es innegable, sin duda, que muchas obras de su gobierno ayudaron a dignificar la vida de quienes nunca habían visto sus calles pavimentadas o habían tenido buenos servicios públicos, pero su forma de comportarse desdibuja esa imagen de estadista que pretende mantener. Yo creo que él no tenía la intención de convertirse en un traidor a la patria, sino que sus pataletas berrinchudas eran producto de una profunda indignación al ver preso a su amigo, cuya escapatoria ya tenía fecha y hora.

En definitiva, entre la imagen de Franco y la de Correa no existe mayor diferencia en cuanto a sus actitudes berrinchudas en contra de García Moreno y de Daniel Noboa, respectivamente. Ambos, Franco y Correa, actuaron con el hígado y no con el cerebro, quedando expuestos ante los ecuatorianos como los vulgares traidores en que los convirtió su ambición.

Contacto: alvaro.sanchez2000@hotmail.com

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