Por: Luis Fernando Torres
A Milei le dieron las vueltas en el Congreso argentino por casi un semestre. Su plan de choque para la crisis había sido arrinconado por los enemigos del cambio y, consecuentemente, por los defensores de los privilegios. Repentinamente, el plan renació y fue aprobado en el Senado con un voto de diferencia, luego de algunas modificaciones. Con esa aprobación se ha encendido la luz al final del túnel.
A comienzos del siglo XX Argentina era una de las economías más poderosas del mundo. Cien años después es una economía estancada, con hiperinflación, bajo poder adquisitivo, sobre endeudada y tantos pobres como las de otras economías latinoamericanas. Un Estado grande y obeso, que absorbe los recursos de la nación, es la principal característica del modelo argentino.
Milei, con su melena agitada y sus gritos destemplados, le propuso a la gente un plan de choque de corte neoliberal. A la mayoría le gustó y, por ello, le eligió Presidente. Para reducir el peso del Estado en la economía ofreció privatizar las empresas públicas, reducir los subsidios poco transparentes e injustificados y flexibilizar el mercado laboral.
En el plan recientemente aprobado el Senado le ha permitido la privatización de todas las empresas, salvo las líneas áreas y los correos. Le ha otorgado, además, la posibilidad de legislar, sin el Congreso, durante un año, en materia económica. Y, en lo laboral, se ha creado la figura del empleador independiente, a quien se le autoriza que pueda contratar hasta cinco trabajadores sin relación de dependencia. Los argentinos finalmente se han dado que se hundirán, con el barco incluido, si no aplican medidas drásticas para reducir el peso del Estado, esa gran carga sobre los hombros de la gente. Milei le dobló el brazo al Congreso para cambiar la dirección del desarrollo de Argentina. Algo parecido ha logrado el Presidente Noboa en Ecuador.