Noboa y la esperanza en medio de la polarización

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Por: Álvaro E. Sánchez Solís

A pocos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador, programada para este 13 de abril de 2025, el país se encuentra en una encrucijada marcada por una polarización que, aunque profunda, no debe opacar las posibilidades de un futuro mejor. Daniel Noboa Azín, el joven presidente que busca la reelección se enfrenta nuevamente a Luisa González, representante del correísmo, en un duelo que refleja dos visiones opuestas: el camino del progreso que Noboa encarna y el legado de Rafael Correa que González defiende. Sin embargo, más allá de esta división, hay razones para mirar con optimismo lo que Noboa puede ofrecer.

Ecuador vive tiempos complejos. La violencia ligada al narcotráfico y la crisis económica han puesto a prueba la resiliencia de su pueblo. En este contexto, Noboa ha emergido como un líder dispuesto a tomar decisiones audaces. Su política de mano dura contra el crimen, con el despliegue del ejército y el Plan Fénix, ha buscado devolver la seguridad a las calles, un anhelo compartido por millones. Aunque los resultados no han sido perfectos, su determinación para enfrentar el problema contrasta con la nostalgia de un pasado que, si bien tuvo bonanza económica, dejó heridas institucionales aún visibles.

La polarización, aunque real, no debería ser el fin de la historia. Noboa, con apenas 37 años, representa una generación que no se conforma con repetir viejos enfrentamientos. Su campaña, enfocada en redes sociales y en conectar con los jóvenes, ha revitalizado la política ecuatoriana, trayendo frescura a un escenario agotado por el dualismo correísmo-anticorreísmo. Además, su giro hacia reformas económicas, como el acuerdo con el FMI, demuestra pragmatismo en un país que necesita estabilidad para crecer.

El 13 de abril, los ecuatorianos tienen la oportunidad de elegir no solo entre dos candidatos, sino entre estancarse en la división o avanzar hacia la reconciliación. Daniel Noboa, con todo lo que él representa, ofrece una promesa de renovación: un Ecuador que mire al futuro sin olvidar las lecciones del pasado. En sus manos, la polarización podría transformarse en un motor de cambio positivo. Es hora de apostar por la esperanza.

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